27 de enero de 2013
Está ahí, lo ves… te
han hablado de lo peligroso que puede ser, de lo que puede pasar cada vez que
te enfrentas a él pero siempre está ahí… cada paso que das puede ser el último.
Es el gran peligro ruso… es… ¡¡¡¡EL HIELO!!!!
Por sí, señores y
señoras que seguís este blog como si del NO-DO se tratara… el gran peligro de
este país no es el vodka, ni las mafias rusas… es esa capa de agua endurecida
por la que hay que pasar todos los días para ir a cualquier sitio. Porque, a 20
bajo cero como estamos hoy, cualquier mínima gota de agua se convierte instantáneamente
en hielo y el hielo, como bien sabéis porque sois muy megalistorros, resbala… y
resbala mucho… porque igual que hace un frío de cojones… el hielo es
resbaladizo de cojones. Se camina sobre esto...
Cuando llegas a este
país te das cuenta de muchas cosas… una, que descubres por qué los patinadores
rusos son tan buenos. No es solo que practiquen mucho, que les encanta ir a
patinar, sino que desde pequeños han desarrollado un sentido innato del equilibrio.
Y otra cosa de la que te das cuenta, es de que todo va un poco más despacio,
excepto los coches que conducen como locos… lo que me ha dado idea para un
negociete, pero ese es otro tema
Cuando pones un pie
en la calle la velocidad de tus movimientos se ralentiza cual Armstrong en la
luna (aunque sin pegar botes) Y aunque sean 200 metros para ir a la oficina, lo
que serían 3 minutos se convierten en más porque no pasas que cada diez pasos,
en alguno te lleves un buen susto. Esa cosa marrón es hielo con una poco de nieve por encima... y por ahí se anda... y conducen.
Porque allí os quejáis
de alguna placa de hielo traicionera pero aquí todo es una placa de hielo sin
fin. Debajo de esta capa de nieve que veis, se esconde, traicionera, la de
hielo y cuando limpian la nieve o cuando sube la temperatura y se deshace, solo
queda la de hielo y caminar se vuelve una odisea. Y además, por lo que me están
contando, este invierno está siendo especialmente frío y no nieva con lo cual,
la gente al pasar y pisar el hielo va puliéndolo cada vez más y se hace muy
peligros. Y no os digo nada si vas con las manos ocupadas. Ejemplo de ayer a la
mañana.
Nevera vacía y pal
supermercado que tiro… serán 400 metros pero os juro que era el día en el que el hielo
estaba más resbaladizo, será porque lleva varios días despejado y hace rasca de
la buena. Yo, con mis botas especiales para climas extremos, con una suela de
goma que debería agarrar más que los neumáticos blandos de Fernando Alonso,
pues solo en la ida... como cuatro sustos y uno de ellos casi con caída. Y a la
vuelta, con las bolsas cargado, pues la misma ración de sustos solo que esta
vez los brazos servían para poco… o sea, que no me fui al suelo de milagro.
Amigos traumatólogos… aquí hacéis negocio fijo.
Ayer por la tarde, al coger una
de mis queridas ‘Marsrutkas’… yo en la parada y llega una (no la mía, como de
costumbre) y un insensato echa a correr para pillarla y yo pensando: “cinco a
uno a que se piña”. Pues el ruso, con su sentido del equilibrio super
desarrollado, no se resbaló ni una vez y justo al subir a la ‘marsrutka’ pisó una placa de hielo y se dio un galletón del quince, como el americano en la
fiesta. La verdad es que fue muy patético salvar 100 metros sin resbalar y
cuando vas a subir piñarte. Yo haciendo esfuerzos para no reírme... que a lo
mejor me calza una hostia…
Pero no os creáis que
el peligro acecha en el suelo. La muerte puede venir desde el cielo, y cuando
digo muerte, es muerte… y no lo digo de coña. Os pongo un ejemplo. Nueve de la
mañana. Desayuno. La mesa me da a la ventana y, de repente, veo como empieza a
caer un montón de nieve y yo con los ojos como platos porque hacía un día
estupendo… ni una nube. Y venga a caer nieve… y entonces escuché voces (no hace
falta que vengas Iker Jiménez) que venían del tejado. Y entonces empezaron a
caer trozos de hielo… pero trozos que te caen en la cabeza y te descalabran. A
las pruebas me remito… aunque no se ve muy allá, eso es un trozo de hielo más
grande que mi mano.
Descubrí el misterio un
poco más tarde cuando salí a la calle. De vez en cuando se suben a los tejados
para quitar el exceso de nieve y también se cargan las estalactitas de hielo
que se forman en los tejados… y esas estalactitas están afiladas como el
demonio. Cada años se mueren unos cuantos porque les caen en la cabeza… es como
si te atravesara una lanza… o eso me han contado… espero no verlo nunca. Ahí tenéis a las asesinas.
Ya lo sabéis, en Rusia
el peligro no se llama vodka, ni frío, el peligro se llama hielo… y mañana,
cuando salga a la calle… allí estará, esperándome. Pero por ahora yo voy
ganando… y si no me rompo nada, os seguiré contando más cositas de mi querida
Ulyanovsk… do svidania!!!!!!
PS: Prometo que
intentaré actualizar mi blog más a menudo pero el trabajo manda… poka!